La contaminación lumínica: esa gran desconocida

La contaminación lumínica: esa gran desconocida

II Observación Astronómica en el CEIP Laimún (El Ejido)

Jesús Navas Fernández – Tutor de 2º de EP, miembro de la Agrupación Astronómica de Málaga “Sirio” y de “Cel Fosc, Asociación Contra la Contaminación Lumínica”

“Una de las ironías de la vida es que parecemos condenados a destruir aquello que amamos.”
James Attlee. Nocturno, un viaje en busca de la luz de la Luna.

La tregua de lluvia del viernes 8 de marzo nos sirvió para llevar a cabo en el colegio la observación astronómica dedicada principalmente al estudio de la contaminación lumínica. Hacía viento, pero aun así asistieron unos 20 niños y niñas de 2° A y C (y algunos más de cursos superiores) con sus familias. Afortunadamente, la temperatura no bajó de 17 °C y, además, vinieron mejor preparados que la vez anterior, incluso con sacos de dormir y mantas para poder tenderse cómodamente en el suelo para observar el firmamento.

Como acabábamos de terminar la unidad de los paisajes y la orientación, comenzamos la sesión recordando los puntos cardinales ayudándonos de una brújula y, en cuanto fue visible, de la estrella Polar, que era fácilmente localizable en el cielo a partir de la prolongación de la línea que une las dos últimas estrellas del “cazo” de la Osa Mayor.

Sentados en el suelo, recordamos algunos nombres de constelaciones y estrellas, así como las leyendas de la Vía Láctea y de la constelación de los Gemelos. Se dieron cuenta en seguida de tres diferencias que había en el cielo respecto a cómo estaba unas semanas antes: teníamos que esperar más para que se hiciera de noche, no había Luna (ese día estaba menguante, y no creciente, como la vez anterior, y por eso se podía ver de madrugada, no por la tarde) y las constelaciones se habían desplazado hacia el oeste debido al movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol, que hacía que viéramos una parte del firmamento algo diferente a la misma hora de la noche.

Con ayuda de un telescopio, vimos Júpiter, algunos detalles de su atmósfera y sus cuatro satélites galileanos, alineados con su plano ecuatorial, dos a cada lado en ese momento. Era difícil mantener la imagen en el campo de visión, si bien ésta era de calidad. También pudimos observar una región de formación estelar a unos 1.300 años-luz de nosotros: la nebulosa de Orión, con su forma característica de borrón azulado en cuyo interior se llegaban a vislumbrar un buen puñado de estrellas jóvenes y de color azul (muy calientes), una de las cuales era posible separar como un minúsculo grupito de cuatro estrellitas: es el llamado “Trapecio de Orión”.

Por fin, llegamos al tema principal de la sesión. Se llama contaminación lumínica a “toda alteración de la oscuridad natural del medio nocturno producida por la emisión de luz artificial” (Herranz, 2010) [1]. Tiene repercusiones negativas sobre los ecosistemas, la seguridad, la salud, la economía, la cultura y la ciencia. A pesar de los beneficios de determinados modos y niveles de iluminación nocturna de exteriores, eso no justifica en absoluto el actual estado de la situación, en el que, con la absurda pretensión de convertir la noche en día en todo el entorno con presencia humana, se ha llegado al extremo de que el resplandor de Málaga pueda verse desde Sierra Nevada, el de Madrid desde la cordillera Cantábrica y el de Barcelona desde Mallorca.

Se trata de un problema ambiental mucho más grave de lo que pudiéramos suponer. Pero lo más preocupante es que sus consecuencias y extensión son tan graves, como desconocidas y/o ignoradas por la mayoría de la población, instalada en la falsa creencia de que la luz nocturna no hace daño y que, cuanta más, mejor. Lamentablemente, los niños de 6º que se acercaron a la observación, lo confirmaron: jamás habían oído hablar de este tipo de contaminación. Para paliar esto, trataremos el tema en el taller de astronomía de la Semana Cultural, del 18 al 22 de marzo.

Sentados en mitad del patio, comenzamos a hablar de este problema, en qué consiste, sus causas, sus consecuencias y algunas soluciones. El resplandor luminoso de El Ejido era claramente visible, en especial hacia el norte. El de Santo Domingo, al este y sureste, también era notable. Comprobamos que las lámparas instaladas en el patio del colegio por todo el perímetro de los edificios, aparte de ser totalmente innecesarias, emiten más de la mitad de la luz hacia donde no deben, incumpliendo con ello la actual normativa andaluza para la protección del cielo nocturno [2], al igual que otros centros educativos, como la Universidad de Almería. A continuación, nos levantamos para dar un paseo rodeando el edificio de Primaria para constatar desde allí las distintas fuentes, tipos y grados de contaminación lumínica que afectan directamente al entorno del colegio. Además de las farolas, destacaban hacia el sur los letreros luminosos del centro comercial de El Copo, y muy especialmente los deslumbrantes y desproporcionados focos laterales de El Corte Inglés hacia el noreste, que provocan un resplandor luminoso de cientos de metros hacia arriba y hacia los lados, por no hablar de la brutal intrusión lumínica. Demasiado efecto para lo que no es más que un dudoso reclamo publicitario.

Por último, los alumnos iban a participar en dos proyectos científicos de colaboración ciudadana: IACO (Investigación y Acción sobre Cielo Oscuro) [3], de alcance nacional, y Globe at Night [4], a nivel internacional. Allí, con sus linternas rojas para evitar deslumbramientos y sus hojas de las constelaciones de Orión y la Osa Mayor, procedieron a medir el grado de contaminación lumínica mediante la técnica del conteo de estrellas, dando como resultado una magnitud límite de 4, dentro de la horquilla de magnitudes 1 a 7, donde la magnitud 1 mostraba el cielo con más contaminación, y la 7 el cielo libre de ella. En “la mitad”… ¿no está muy mal, verdad? Bueno… no mucho… hasta que comprobamos que esto supone que hemos perdido la visión del 95% de las estrellas que deberíamos poder contemplar esta noche. Y es que hay cosas a cuya pérdida nunca deberíamos acostumbrarnos, ni tolerarlas, aunque pasen por “normales” e “inevitables”.

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[1] http://www.celfosc.org/biblio/general/herranz2010.pdf
[2] Decreto 357/2010, de 3 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento para la protección de la calidad del cielo nocturno frente a la contaminación lumínica y el establecimiento de medidas de ahorro y eficiencia energética. Aunque la instalación de dichas lámparas fue anterior a la publicación de esta normativa, no estaría mal su modificación, así como mantenerlas apagadas siempre que no sean estrictamente necesarias (emergencias, actividades nocturnas…). Todos los centros educativos deberían dar ejemplo también en esto, así como en la gestión de los recursos, residuos y energía, y servir de modelo de proyecto social para sus alumnos.
[3] http://www.iaco.es/
[4] http://www.globeatnight.org/

Una respuesta

  1. Antonio dice:

    Yo cuando quiero ver estrellas me tengo que alejar unos 30 km de la ciudad, y aún así se sigue notando la contaminación.

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